“Somos memoria. Más que eso: somos memoria emocional. Y gracias a ello desmentimos la fugacidad de la vida, invocando momentos que, compartidos, se transforman en imperecederos y, de algún modo, nos hacen inmortales.
Conocí al maestro Zedda cuando ya era leyenda. Cuando era ya mucho más que un director de orquesta y un prolífico musicólogo. Traté con él en San Sebastián y en Pesaro, cuando recaía sobre sus hombros la responsabilidad de mito viviente, de gran especialista. Y a pesar de ello, o debido a ello, lo vi llenar el espacio con la mirada afable de quien sabe que pisa terreno firme.
Guardo para mí sobremesas deliciosas y verle dirigir con maestría. En mi memoria emocional quedan los ensayos donde conducía, enseñaba y revisaba con pasión, inagotable energía y dinamismo a músicos y cantantes. Era importante alcanzar la perfección, pero más aún dotarla de sentido y de alma. Por eso era el más grande. Por eso será eterno.” Andoni Aduriz