“Quienes tuvimos la fortuna de conocer y tratar a Alberto Zedda recibimos de él una lección inolvidable de sinceridad, generosidad y coraje pero -y sobre todo- de coherencia.
Exigía mucho a los músicos porque él mismo se entregaba totalmente a todo cuanto hacía: lo daba todo en el terreno personal y artístico, pero siempre con afabilidad y respeto para con el intérprete.
De una inteligencia deslumbrante y una capacidad de trabajo infatigable, su actitud profesional, artística y humana eran inseparables e indistinguibles de su posición política: la de un demócrata militante que jamás cedió ante la simulación, la impostura o lo acomodaticio.
Le recuerdo como un contertulio hablador y bienhumorado que prestaba la mayor atención a las palabras de los demás: tenía la humildad de los sabios, siempre atento y respetuoso con las opiniones divergentes. Más allá incluso de las formidables versiones operísticas rossinianas que le vi dirigir (recuerdo en particular una Donna del lago coruñesa rigurosamente insuperable), las largas charlas sobre música, arte o muchas otras cosas que mantuve con él en el jardín de su casa de Roncosambaccio han sido algunas de las experiencias más enriquecedores y más gratificantes de toda mi vida.” José Luis Téllez